El efecto Pigmalión.
En psicología y pedagogía, es uno de los sucesos que describe la relación directa entre las expectativas que se tienen sobre un sujeto y el rendimiento que se obtiene sobre éste.
Rosenthal y Jacobson realizaron un estudio en el que se les dió información falsa a unos profesores sobre el coeficiente intelectual de una serie de alumnos.
Estos resultados llevaron a los investigadores a concluir que las expectativas infladas que los profesores tenían sobre determinados estudiantes y, muy probablemente, el comportamiento que tuvieron con ellos posteriormente para acompañar estas expectativas, fueron la causa de que los estudiantes experimentaran un crecimiento intelectual acelerado.
Pareciéndome fascinante este estudio, y estando absolutamente de acuerdo con las conclusiones, no deja de impactarme lo mucho que nos afectan cada día las expectativas y previsiones de terceros sobre nuestras vidas. En positivo y negativo, claro está.
Y es que en el caso de los niños, es lógico que busquen esquemas y paradigmas de conductas en sus modelos a seguir, pero y ¿cómo adultos?
Mantenemos qué “somos” y “nos conduciremos” en función de lo que los demás piensen de nosotros…y esto nos deja en una posición muy débil.
Analizando este estudio desde mi visión de coach, os propongo una vuelta de tuerca:
¿Qué pasaría si trabajásemos nuestras creencias, expectativas y previsiones sobre nosotros mismos? ¿Creéis que nos afectaría en la misma medida lo que los demás piensen de nosotros?
Si conectamos con nuestros valores, talentos y capacidades, que nos hacen únicos, las previsiones y expectativas sobre nuestro futuro se abren y crecen de forma exponencial.
Es ahí, desde la responsabilidad de nuestro propio empoderamiento, y actuando en consecuencia, cuando nos convertimos en protagonistas de nuestras vidas y no víctimas de lo que piensan y esperan los demás.
Ana García Mateo