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Efecto pigmalión: El poder de las expectativas


Puedes hacerlo. Confío en ti. Serás capaz. Tu esfuerzo valdrá la pena. Estoy orgulloso/a de ti.

Esto se te da fatal. No serás capaz de hacerlo. Si no te esfuerzas un poco, no lo conseguirás.

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¿Estos mensajes son solo palabras? ¿Qué poder tienen en nuestros niños? ¿Cómo les afectan nuestros mensajes y nuestras creencias implícitas?

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En 1965 el psicólogo social Robert Rosenthal estudió esto mismo: cómo influyen los mensajes, expectativas y creencias de una persona sobre otra. Para maestros, educadores y padres es un fenómeno importantísimo. ¿Qué papel jugamos nosotros en el éxito o el fracaso de nuestros hijos y alumnos?

Rosenthal llevó a cabo una sencilla experiencia: en 1968 mostró a algunos profesores unos resultados de evaluaciones que medían las capacidades intelectuales de sus alumnos, pero, en realidad, nunca se habían realizado tales pruebas. Al final del curso, aquellos alumnos que habían obtenido, según Rosenthal, mayor puntuación en esta prueba ficticia obtuvieron realmente mejores resultados en el curso.

¿Qué ocurrió? Los profesores consideraban que estos alumnos tenían grandes capacidades y por tanto creían en sus posibilidades. De esta forma, les daban el mensaje de que podían hacerlo, esperaban implícitamente que obtuvieran altos resultados. Y así fue.

adorable-2178857_960_720A este fenómeno se le denomina profecía autocumplida. Inconscientemente, como maestros y padres, actuamos para que se cumplan nuestras expectativas. De la misma forma, los niños y niñas se comportan de la misma forma.

¿Cómo utilizamos esto en beneficio de nuestros niños y niñas?

Como siempre dicen en esta maravillosa casa, primero debemos empezar por nosotros mismos. Es vital reconocer cuáles son esas expectativas y creencias inconscientes que transmitimos implícitamente. De nada sirve decir con palabras un mensaje de apoyo si realmente creemos lo contrario. Serán estas creencias invisibles las que con nuestra actitud y manera de estar con los pequeños les transmitamos.

En segundo lugar, es imprescindible mirar y reconocer desde el amor la persona única que es cada niño. En ocasiones, nuestras expectativas y planes hacia nuestros niños chocan con lo que ellos realmente quieren y esperan para ellos mismos. Si hacemos conscientes estas expectativas y éstas son realistas y encajan con quién es nuestro niño o niña, le ayudará a tener éxito en aquello que se proponga.

Esta vez he querido hablaros sobre el poder de las expectativas porque este trimestre tengo el placer de compartir un poquito de mi desde Viena, Austria. Aquí el sistema educativo es mucho más complejo que en España y, desde muy jóvenes, los niños deben elegir qué tipo de educación quieren recibir (una más general, más semejante a la de España; o una más específica, que comience a ir encaminada hacia su futura profesión).

Esta primera decisión, aquí tienen que tomarla a la edad de 10 años. A esta edad es una decisión prácticamente ajena a ellos mismos y depende enormemente de las expectativas que sobre ellos tengan padres y profesores.

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Por ello, es importantísimo que tanto padres y educadores tengamos todo esto en cuenta siempre con el objetivo de que nuestros niños y niñas crezcan felices y alcancen la mejor versión de ellos mismos.

Ana Rivas.