Hoy os traemos la tercera entrega del conjunto de artículos relacionados con las capacidades para el aprendizaje que, como padres, madres o educadores podemos entrenar en nuestros hijos/as. El objetivo principal de estos artículos (puedes acceder aquí a los dos anteriores: primera entrega y segunda entrega) es ofrecernos herramientas útiles y sencillas que ayuden a nuestros/as hijos/as o alumnos/as a desarrollar aptitudes necesarias para que puedan enfrentarse a su aprendizaje de manera autónoma y eficaz. Tras hablar sobre la capacidad para interesarse por lo desconocido y aquella que nos permitirá crear estrategias efectivas para resolver situaciones y problemas, hoy hablaremos sobre cómo favorecer la motivación en nuestros/as hijos/as.
Es común oír hablar de la falta de motivación en los alumnos/as o las demandas de información sobre cómo fomentarla. Parece claro que la motivación es un factor fundamental en la realización de cualquier tarea pero, ¿qué podemos hacer para que nuestros hijos/as se encuentren motivados para hacer algo?
Debemos partir de la idea de que la motivación puede provenir de una fuente interna o externa, es lo que llamamos motivación intrínseca (hacer las cosas por la propia satisfacción personal) y motivación extrínseca (buscar recompensas externas: premios, evitar castigos, satisfacción de los otros, etc.).
Aunque la combinación de ambas fuentes puede ayudar a motivar a nuestros/as hijos/as a realizar sus tareas, nuestro empeño se centrará en fomentar una búsqueda de satisfacción personal o motivación intrínseca.
Se ha demostrado que, a medio/largo plazo, la fuerza de esta fuente interna es mayor que la de agentes externos en la realización de cualquier acción y, además, garantizamos que dispondrán de estas herramientas, ya que nacen de uno mismo, y no les haremos dependientes absolutos de los “otros”.
Qué factores favorecen la capacidad para buscar la satisfacción personal en nuestras acciones:
* Valoración: propia y ajena. Valora los pasos que va consiguiendo (recuerda apoyar el proceso y no solo el resultado) y, sobretodo, ayúdale a que él/ella también lo haga.
o “¿Cómo te has sentido con…?”
o Debes sentirte orgulloso/a de…
CUIDADO CON: “Si haces esto estaré muy contento/a”, “Me ha sacado muy malas notas”. No debemos dejar recaer la responsabilidad de nuestra satisfacción o estado de ánimo en sus acciones. Y, por supuesto, las acciones que realice deben ir encaminadas en su propio bienestar (los resultados no son para nosotros sino para él/ella).
* Enséñale a plantearse objetivos. Estos deben ser realistas, alcanzables a corto plazo y concretos.
Si les ayudas a establecerlos como retos, misiones o aventuras lo vivirán como un juego. Lograrlos alimentará el placer de haberlo conseguido y su concepto de autocapacidad.
* Fomenta su capacidad de análisis y evaluación. Ayúdales a reflexionar cuando finalice un proceso. Plantéales preguntas que más adelante podrán hacerse a sí mismos para analizar una situación vivida:
“¿Qué cosas has conseguido?” (aunque no se haya alcanzado el resultado final esperado, seguro que el camino nos ha permitido conseguir otras)
“¿Qué pasos has dado?”
“¿Qué cosas te han servido y cuáles no?” (no todo lo que hacemos es descartable, puede que haya habido pasos útiles y otros que debemos reajustar).
“¿En qué otras ocasiones podrías utilizarlo?” (crearán su “cartera” de herramientas y estrategias de resolución”.
Qué elementos consideramos enemigos en el camino a fomentar su motivación interna:
* Sobreprotección. Si no les permitimos experimentar situaciones, no podrán adquirir herramientas para resolver situaciones ni disfrutarán del sentimiento de satisfacción personal al conseguirlas.
Además, les estaremos mostrando una visión de que ellos/as no son capaces.
* Críticas constantes a la persona (a su identidad. “Eres…”). Sustituye expresiones como: “Mira tu habitación. Eres un desastre” por “Tu habitación está muy desordenada. Debes recogerla.”
* Comparación con los otros. Además de considerar aspectos fundamentales como: las diferencias personales o la posibilidad de salir perjudicados de la comparación; debemos tener en cuenta que ésta supondría, una vez más, una fuente de motivación externa: necesitamos de los otros para tener un referente que me lleve a la acción.
* Exigencia desproporcionada. Si les pedimos que realicen tareas o adquieran responsabilidades que están por delante de su etapa evolutiva, es muy probable que no consigan realizarlas y eso les mostrará una imagen de incapacidad que no es real.
“Si juzgamos a un pez por no poder subir a un árbol, crecerá creyendo que es un inútil.” Albert Einstein.
Carmen García.