Cuando alguien habla de un proceso de duelo, de las primeras cosas que se pasan por la cabeza es el sufrimiento por aquello que perdemos, y es lógico, es imposible no transitar por el duelo sin que este genere dolor, este es un dolor necesario, el cual si lo sentimos como una ayuda para afrontar una perdida, un lugar sano y natural en el que tenemos que estar para recomponernos, saldremos más fortalecidos de esta experiencia.
El dolor surge con la pérdida, y todo recuerdo, real o fantaseado, de la pérdida trae consigo dolor, especialmente en las primeras etapas, donde este suele ser intenso e incontrolable.
Cuando hablamos de un proceso de duelo, tenemos que ver que estamos rodeados de ellos, y por tanto evitarlos solo traerá más sufrimiento y un dolor encapsulado que cada vez nos lastrará un poco más.
Procesos de duelo
El duelo puede ser algo tan doloroso como la pérdida de un ser querido, la pérdida de la salud de un familiar, una ruptura de pareja, la pérdida de un hijo, un amigo,…; pero también existen otros procesos de duelo que quizás por ser menos dolorosos les dediquemos menos tiempo o atención, como un cambio laboral, un cambio de residencia, el regreso de un viaje, la pérdida de un objeto valioso…
Independientemente del tipo de pérdida o el malestar que genere, todas ellas necesitan ser expresadas, y esto no siempre es fácil, hay veces que el ritmo de vida no ayuda a que nos paremos para observar cómo estamos u observarnos, otras es la propia sociedad la que nos da como solución un “hay que estar bien” y otras simplemente no podemos o no sabemos permitirnos estar asumiendo la emoción que tenemos.
La idea de este artículo es poder reencontrarnos con las emociones que se generan en la pérdida, porque esto es tan necesario como abrigarse un día de frio.
Cuando nos dan la ayuda (con toda la buena intención) de “tienes que estar bien”, la respuesta tendría que ser: “sí, llegaré a eso, pero para ello primero necesito vivir este malestar, para dejar que se vaya”; Y es que quizás esa sea la clave de elaborar un duelo, el permitirnos sentirnos como estemos en cada situación. Poder asumir que a veces la tristeza vendrá con fuerza recordándonos la perdida, otras nos sonreiremos por ver todo lo que ganamos con aquello que perdimos, otras nos enfadaremos, otras no nos creeremos que se haya producido la perdida… y así un largo etcétera de emociones que cuanto antes asumamos que forman parte de nosotros antes dejaremos de luchar contra ellas.
Aprender a ganar es aprender a perder, y esto segundo no nos lo enseñaron, pero sí que vivimos en una sociedad que pide e incluso exige el ganar, aunque no nos ayuden a transitar por la pérdida. Cuanto antes se asuma y se aprenda a perder antes podremos permitirnos expresar y aceptar que hay emociones que acompañan a la perdida, y por tanto las viviremos como normales, como un camino que tenemos que recorrer para llegar a ese otro lugar que queremos y deseamos, el ganar, el ganar a pesar de haber perdido, porque cuando llegamos a ese lugar donde sentimos que hemos ganado cosas, personas, lugares… a pesar de haber perdido otras, eso nos convierte en seres que aprenden a perder para poder ganar siempre.
Javier Sanz.