Aún recuerdo las palabras que me dijeron en urgencias del hospital:”tienes un cuadro de ansiedad sin motivo aparente”.
En ese momento, mi vida se paró por un segundo. No podía entenderlo. Si no tengo “ningún problema”, por qué mi cuerpo grita así: vómitos, mareos, temblores, taquicardias, escalofríos, sudores, etc. Esos eran algunos de mis síntomas físicos. Intentaba buscar una respuesta y a la vez solución a todo ello pero era incapaz, estaba inmóvil emocional y mentalmente.
No podía más, y fue justo ahí dónde todo volvió a empezar.
Me sentía atrapada por los síntomas, pero eso no era lo peor. Dentro de mí, todas las EMOCIONES NO EXPRESADAS, me bloqueaban, me derrumbaban, me incapacitaban.
A veces no nos vemos, no prestamos atención a nuestro cuerpo, no nos paramos a pensar, a preguntarnos: ¿Qué está pasando en mi?. En nuestro interior sabemos que algo no va bien, pero no queremos ponerle nombre, ni enfrentarnos a ello. Me aterrorizaba saber que algo en mí iba muy mal, pero también sabía que tenía que hacer algo: CAMBIAR ALGO.
Yo era de esas personas, que siempre justificaba mis dolencias, mis experiencias. Dejaba pasar mis emociones sin pensar que algo me querían contar. Yo podía oir, pero no lograba ESCUCHAR, me daba miedo.
Y esta ha sido y de vez en cuando sigue siendo mi gran frase: “TENGO MIEDO: me habla el cuerpo”
VIVIR EN EL MIEDO….
El miedo es la columna vertebral de mi historia, y la ansiedad la forma escandalosa que utilizó el miedo para gobernar mi vida y no dejarme avanzar. Mi compañera, la ansiedad, esa enfermedad “sin causa” que dentro de mi hacía tanto ruido, movía tantas montañas de emociones, y me abrazaba tan fuerte que llegaba a romperme en mil pedazos.
Durante mucho tiempo aprendí a vivir con ella (éramos inseparables). Me acostumbré a sentirla. Andaba por la vida sin respirar, sin vivir el día a día. Mi cuerpo sacudido o congelado NO PODÍA SENTIR, NO PODÍA DISFRUTAR. Las cosas más sencillas como disfrutar de un paseo, un café, la familia, amigos, no estaban para mi. No era capaz de estar presente en el aquí y ahora, que es tan importante. Mis momentos pasaban como si de una película se tratara. Vigilar y observarme eran las funciones principales de mi mente para tratar de protegerme. Y esto te genera la sensación real, de estar, sin estar.
¡Puffff! No sabéis, lo difícil que es para mí estar aquí recordando que HE ESTADO PERDIDA DENTRO DE MI .Cuanto tiempo y momentos he perdido. Cuanto tiempo he vivido PARALIZADA.
¿Sabéis cómo es sentir que tu cuerpo está presente en un determinado lugar y momento, y tu mente vive en un profundo caos? Esa, es la mayor lucha de esta enfermedad. La que tienes contigo misma por no sentir lo que sientes. Se trata de una lucha interna entre lo que tú quieres hacer y no eres capaz ni de pronunciar. Me sentía prisionera de mis actos y lo que necesitaba era que mi voz fuera libre, dar palabras a lo que mi cuerpo no paraba de gritar: MI ESENCIA.
Cuantas cosas he hecho sin escucharme, sin ser fiel a mí misma. Es aquí dónde empieza el daño y la autodestrucción.
Vivía en una gran DISOCIACIÓN. Por fuera una gran sonrisa. Por dentro un mar de lágrimas. Era incapaz de demostrar mis emociones acorde a los momentos de sufrimiento que estaba viviendo.
Si me preguntaban, siempre estaba todo bien. Y lo gracioso es que pensaba: “que gran fortaleza la mía, que valiente y fuerte soy, disimular mi dolor”. ¡ERROR!. Pero para darme cuenta, necesité mucho trabajo personal y tiempo
¿Para qué y por qué hacerme la fuerte?,¿ qué tenía que demostrar a los demás? . Nada, no tenía que demostrar nada. Pero es muy difícil no repetir los patrones que aprendemos de niños. Y yo no sabía cómo manejar mi debilidad. Cuando tienes ansiedad generalizada, la mente te domina, no consigues frenarla:” ¿sufriré un infarto, ¿me pasará algo en la cabeza?, ¿me moriré?”. Estas son algunas de las ideas que me invadían. Vivía en una trampa perfecta entre sentir miedo y el miedo a volver a sentir el descontrol en mi cuerpo.
Siento que nací con miedo, siempre fui una niña miedosa, asustadiza, miedo a la enfermedad, a la muerte, a situaciones, a lugares, a personas, miedo a que me pasara algo, a correr peligro. Ese miedo se mantuvo en el tiempo y creció conmigo, puedo deciros que es la peor sensación que un ser humano puede sentir en su piel, en sus huesos. Mi miedo me dejaba sin voz, inmóvil, inerte, me anulaba. Me hacía pequeñita y lo único que podía escuchar era mi corazón latiendo a 100 por hora.
Estaba tan centrada en mis taquicardias que lo que sucedía a mi alrededor pasaba totalmente desapercibido. En ese momento se activa la SUPERVIVENCIA: “que esto se pase ya por favor” . La ansiedad y el miedo son la misma moneda con diferente cara y aunque resulte extraño, ese mismo miedo paralizante, fue mi aliado en difíciles momentos de mi vida.
EL INICIO DEL FINAL
En busca de esperanza, empecé a pensar que algo tenía que hacer. No estaba dispuesta a continuar viviendo de esa manera. Deseosa de frenar los síntomas, conseguir calma, tranquilidad, empecé por tomar medicación. Antidepresivos y ansiolíticos. Esos eran mis alimentos número uno al empezar y terminar el día. Aceptar que necesitaba tomarlos fue la primera tarea. Ahora sé, que no pasa nada por tomarlos en algún momento de tu vida. No somos bichos raros.
A medida que empezaron hacer efecto pude tomar las riendas de mi cuerpo, pero quedaba lo más complejo y trabajoso a la vez, mi mente, mi esencia, mi YO. Aquí conocí la psicoterapia, de la mano de mi psicóloga. Una mujer mágica donde las haya que me enseñó ver la luz.
Aún recuerdo cuando empecé la terapia llena de prisa y con un único objetivo: no tener ansiedad, que me desaparecieran todos los síntomas, que tanto pánico me daba sentirlos. Pensaba que la terapia sería una “pócima mágica”, que me dirían que hacer y listo; ¡pues NO¡, estaba confundida. Esta pócima necesitó tres ingredientes:
MEDICACIÓN + TERAPIA + VOLUNTAD PERSONAL.
Puedo deciros que nunca me faltaron las ganas y la constancia. Tenía un camino por delante que desconocía pero con ayuda pude empezar a andar. La terapia es un espacio de VALIENTES.
Mis días de consulta eran una descarga de lágrimas, recuerdos, vivencias, etc…
Había enterrado muchas partes de mi para lograr salir adelante, me había negado sensaciones, sentimientos, emociones que no podía tolerar; y vivían en lo más profundo de mi.
Vuelves a revivir muchos momentos que quisiste olvidar pero esta vez es distinto porque NO LO HACES SOLA.
Mi proceso atravesó diferentes etapas:
Primero: sentir y conocer mi parte interior, darle espacio, aceptarla, sobre todo integrarla. De esa manera vería más de cerca a esa niña interior, mi “SILVITA”. Pude ver y sentir como esa parte niña, hablaba a través de mi cuerpo.
Después pude ir identificando como era el sentir de esa niña interior, y como reaccionaba con unos determinados patrones, dominados por el miedo, y grabados a fuego. Conductas tan aprendidas que se activaban en mi como el programa de un robot. Desactivar estos programas es algo que a mí me ha llevado mucho tiempo y he tenido que trabajar duro.
A medida que hilaba mi historia, mi verdadera historia. Avanzaba mi tranquilidad, reinaba más la armonía en el día a día. Mi cuerpo, mi mente, mis pensamientos, sentimientos y acciones cooperaban coherentemente.
Hoy POR FIN, puedo contar que esa misma niña, está acompañada de la Silvia adulta, y no piensa volver a dejarla sola.
GRACIAS ANSIEDAD: el gran cambio
Gracias ansiedad…
Tú me ha enseñado a conocerme más, a crecer como persona, aprender, crear, construir, sentir. Has sido el ruidoso motor del cambio. He aprendido a quererme, respetarme, valorarme y ponerle amor a cada cosa que hago. También me ha enseñado a descubrir, interesarme por caminos que para mí eran desconocidos, sintiendo que estaban en mí pero no era capaz de sentirlos.
He llegado al maravilloso mundo del yoga, donde el cuerpo, mente y espíritu están presentes. Hoy soy dueña de mi vida, capaz de tomar decisiones desde la calma, el deseo , eligiendo lo que está bien y es correcto para mí.
Hoy puedo reír, llorar, gritar, disfrutar, bailar, vivir…… desde lo más profundo de mi misma.
Cada día el universo nos brinda la oportunidad para demostrarnos que todo se puede conseguir tratándolo con amor y generosidad. Recibí la ansiedad con los brazos cerrados y hoy la abrazo con toda mi fuerza, sé que estará a mi lado y me acompañará cuando la necesite como una amiga para brindarme su ayuda.
He querido aportar mi granito de arena contando mi experiencia vivida en mi propia piel, me gustaría poder ayudar a todas aquellas personas que ahora o en un momento de sus vidas han sufrido como yo la visita inesperada de la “BENDITA ANSIEDAD” .
Por favor , escucharla ella NO ES EL PROBLEMA , es sólo la mensajera.
No quiero terminar sin dar las gracias a dos grandes personas y a la vez profesionales muy importantes para mí. Salvador quién me recibió y me conoció desesperadamente, gracias por su tratamiento, seguimiento, por sus lecturas recomendadas que me han servido de gran ayuda y gracias por todo el apoyo recibido en cada consulta.
Cynthia mi psicóloga, terapeuta, sin ella nada de esto que os he contado hubiera sido posible. GRACIAS por hacerme disfrutar de lo bonito, por recuperar mi ser, por tu presencia, por aparecer en mi vida cuando más te necesitaba, por tenderme la mano, por recibirme siempre con Amor. GRACIAS GRACIAS GRACIAS.
Y para finalizar…
Gracias a mi marido, mi compañero, el que ha estado viviendo mi dolor, mi crecimiento, mi cambio. Gracias por el amor que me has dado para reconstruir este espacio y lugar tan bonito en nuestra vida.
GRACIAS a mis raíces. OS HONRO CON MI FELICIDAD. Sin vosotros, mis padres no tendría esta vida que ahora puedo vivir como yo elija.
Silvia V.