Imagina que fueras libre para hacer lo que desearas, que pudieras decidir sin dudar o sin tener presente la mirada de otro, que pudieras elegir sin barreras (personales, sociales, emocionales…)
¿Qué harías hoy si eso fuera posible?
Puede que imaginar una libertad de este tipo suene utópico. Porque vivimos en sociedad, tenemos familia, pareja, amigos, porque vivimos rodeados de personas. ¡Qué locura eso de querer ser libre!
Ahora quiero que imagines un poquito más. Que elabores las bases de tu libertad, que te permitas nutrir tu deseo, sin filtros.
¿Qué ves?
Para cada persona la libertad significa cosas diferentes, pero yo entiendo la libertad desde una base: darse permiso a escucharse por dentro.
A veces, el ruido es más fuerte que la voz interior: tristeza que no cesa, exigencia que carga tu espalda, estar atrapado en una relación dañina, inseguridad que no permite el cambio, el fracaso de los errores, una crítica poderosa…Un ruido que paraliza, que no permite avanzar.
Otras veces el ruido no es tan fuerte, pero genera poderes extraños en nosotros: podemos ver la barrera y anclarnos en ella, pensar que no existe, deformarla y creer que la controlamos o justificar su existencia para que pueda acompañarnos con menos dolor.
La psicoterapia ofrece un vehículo de guía hacia la libertad. Hacia la conexión con las heridas, para calmar el dolor y reparar el daño que vino desde otros, o desde nuestros propios mensajes. Calma y cuida, protege y sana. Y ahí comienza la inversión del sonido, donde la voz comienza a educarse para cantar y hablar sin censuras, y el ruido comienza a pasar a un segundo plano, donde comenzamos a crear un botón que permite silenciar a este perverso ruido a elección propia.
Pero, hasta que uno decide que ese proceso llegue a su vida, quizás nos preguntemos: ¿cómo podemos conectar, aquí y ahora, con la libertad? Pues, para ello, os propongo un ejercicio bonito, de esos que necesitan un ratito de nosotros y que pueden resonar con fuerza en nuestro Yo interior. Vamos a ello:
¿Qué harías si hoy fuera el primer día de tu vida?
Si pudieras presentarte de nuevo al mundo y simplemente descubrir o dejarte llevar por aquello que anhelas o que siempre dejas para “el momento perfecto”, ¿qué harías? O ¿a quién abrazarías o buscarías para saber cómo está?, ¿a qué lugares acudirías?, ¿Qué repetirías mil veces más? Hoy ya has aprendido del regalo de la vida: te has equivocado, has tenido éxito, habrás amado, llorado, caído y levantado en más de una ocasión. Ya dispones de la llave que te lleva a elegir cómo actuar. No consiste en dar marcha atrás en el tiempo, ni conectar con el arrepentimiento, sino vivir desde la experiencia y el aprendizaje. Desde la libertad de ELEGIR.
Sé que esta pregunta se parece a: ¿qué harías si fuera el último día de tu vida? Pero, cuando escucho respuestas a esta pregunta, los comentarios giran con relación a despedidas, amor, retos no cumplidos, vivir al máximo, etc. Y siempre me pregunto, ¿Por qué tenemos que esperar a imaginarnos dejando de estar para darnos el permiso para hacer todas esas cosas?
Aunque soy una persona ordenada, me gusta pensar que el orden de las cosas puede ser diferente. Y en este caso, creo que pensar en poder elegir el principio en lugar de el final, es una idea que empodera y que llena de impulso.
Puede que, en el camino, aparezcan algunas trampas: mensajes llenos de emociones ambivalentes, falta de energía por miedo a no poder seguir, cadenas invisibles que retrasan tus pasos…Pero no hay prisa, quizás cada día puedas intentar ganar algo nuevo para vencer lo viejo. O puede que un día simplemente tengas que detenerte para ver qué pasa a tu alrededor. O puedas permitirte pedir ayuda para conseguirlo.
La libertad no consiste en “hacer muchas cosas” para llenar un pozo de angustia, sino en poder seleccionar cuáles de esas cosas forman parte de ti. Con todas tus luces, con todas tus sombras.
La fuerza reside en poder reinventar una nueva versión de ti mism@. En volver a presentarte de nuevo al mundo, pero desde el lugar que elijas tener. Sin tiempos, sin exigencias.
Porque cualquier nuevo día puede ser el primer día de tu vida.
Raquel Cuenca.